Opinión | ¿Necesita el Pacto Histórico un código de ética?

¿NECESITA EL PACTO HISTÓRICO UN CÓDIGO DE ÉTICA?
Los vergonzosos hechos presentados con la designación del presidente de la comisión cuarta del Senado de la República, las tensiones que se empiezan a conocer entre congresistas del Pacto Histórico en varios departamentos, los descontentos que trascendieron por la conformación de las comisiones de empalme, tanto nacionales como las mal llamadas comisiones de empalme regionales, y como si fuera poco, la aparición en reuniones públicas de personas que ya se presentan como futuros candidatos del Pacto Histórico a las alcaldías y gobernaciones, (muchas de ellas con el único mérito de ser familiares o amigos de quienes se destacaron en el proceso electoral) deberían ser motivo de preocupación de la colectividad legislativa y del movimiento que busca ser nuevo gobierno para un nuevo tipo de país.
Si bien es cierto que una de las fortalezas del equipo de senadores y representantes del Pacto Histórico es su historia de vida vinculada a procesos sociales, sindicales, campesinos; también es cierto que las dinámicas que caracterizan el “juego de micro poderes” en esas organizaciones, suele estar contaminado por prácticas de manipulación, de componendas, de tráfico de influencias para conformar las juntas directivas, reflejo y réplica del juego político electoral que ha caracterizado el tradicionalismo electoral.
Cambiar estas costumbres es una necesidad que requiere de un ejercicio consciente, alimentado por la humildad que pocas veces acompaña a quienes se acostumbraron a ser caudillos en sus organizaciones de base. Pero intentarlo es obligatorio si no queremos repetir el denigrante espectáculo de las empresas electorales que terminan atomizadas en directorios regionales y municipales, donde la competencia y el afán de hegemonismos termina liquidando cualquier intento de construcción alternativa.
Urge un acuerdo que podría ser un sencillo código de ética para el ejercicio político del Pacto Histórico, tal vez los puntos mínimos que deberían considerarse podrían ser:

  • Absoluta coherencia entre el objetivo propuesto en el programa del PH y las actuaciones individuales y colectivas, aceptando que ningún congresista tiene ahora vida privada, todas sus actuaciones están en función del proyecto político.
  • En ese sentido abolir el principio de que el fin justifica los medios. No todo vale, a pesar de los acuerdos pactados con fuerzas algo disímiles de lo que pretende ser un proyecto alternativo,
  • Respeto por las decisiones tomadas colectivamente en el ejercicio organizativo del congreso y sobre todo en las decisiones legislativas.
  • Fortalecimiento de los comités departamentales y municipales del Pacto Histórico, reconociéndoles autonomía para sugerir a sus representantes en el congreso, para criticar lo que consideren criticable y de manera especial para tomar las decisiones políticas que implique sus dinámicas locales, entre ellas las definiciones de candidaturas a alcaldías y gobernaciones.
  • Eliminar la funesta práctica, que hasta ahora es costumbre en la política colombiana, de poner las instituciones descentralizadas al servicio del interés electoral del congresista. Solo un buen ejemplo nos puede diferenciar de los tradicionales y poner al servicio del pueblo toda la institucionalidad.
  • Condenar públicamente el cobro de coimas, el tráfico de influencias, las prácticas de nepotismo en el quehacer político y administrativo.
    Finalmente, y de manera inevitable, deberá existir a la luz de la ley de las bancadas mecanismos eficaces que permitan realizar control político hacía adentro, cuando alguien violente el ejercicio de una práctica política que realmente sea alternativa.

  • Luis Ernesto López R
    Integrante del Pacto Histórico
    Presidente SINDESENA, Subdirectiva Cauca

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